miércoles, 24 de diciembre de 2014

Tercera historia

Estábamos en silencio. No me suelen gustar los silencios tan prolongados, pero me sentía bien. Me sentía bien. Me sentía bien porque estaba con él. Siempre fue él. Nunca llegué a verle completamente como un amigo más, ni siquiera un amigo de los buenos; siempre había algo que me obligaba a ver que eso no era amistad. De un modo u otro siempre lo supe y no lo quise reconocer. Yo creía que él sólo me veía como una amiga, una gran amiga. Por eso, después de tanto tiempo, me arrepiento de no habérselo dicho antes. Pero ahora eso ya no importa. Ya estábamos  juntos, como debe ser, como siempre debió ser y como siempre debería ser. Por eso no me importaba el
silencio, no mientras el silencio lo compartiera con él. Además, la puesta de sol en la playa estaba bastante bien y él estaba conmigo. Me rodeaba con los brazos y me apretaba contra él. Yo apoyaba la cabeza en su hombro y él su cabeza en la mía. Nuestros corazones se entrelazaban en un canto hermoso. Su latido y mi latido unidos en el silencio. A su lado todo se hace eterno, pero no tanto como me gustaría.

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